TRAICIÓN DE GÉNERO 

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TRAICIÓN DE GÉNERO 

 

Un llamado urgente a los hombres leales a la justicia

Por Patricio Welsh

Managua, Junio 1998

Según datos preliminares de una investigación recientemente realizada en León, una de cada cuatro mujeres es abusada sexualmente antes de los 18 años, y también uno de cada cinco varones. Traducidas en números, estas cifras implican que, en Nicaragua, entre 800,000 y 900,000 personas podrían haber experimentado algún tipo de abuso sexual y de una manera u otra actualmente conviven con las secuelas sicológicas del mismo, condenadas al silencio perpetuo. Muy pocas, sin embargo, han podido contar sus historias e iniciar procesos de autosanación. Esto se debe, en parte, a que no es fácil recordar y articular experiencias tan traumáticas, y en muchos casos enterradas en el subconsciente, pero también al temor a las represalias sociales: la marginación, las acusaciones de ser locas, putas, lesbianas u homosexuales, etc. De todos los tabúes presentes en nuestra sociedad, el abuso sexual es, tal vez, el más arraigado. Simplemente, de ese asunto no se habla.

En los últimos años, sin embargo, muchas mujeres nicaragüenses han empezado a romper este silencio. Me acuerdo de las campañas que han hecho: "Mi cuerpo es mío" de Puntos de Encuentro, y las campañas anuales de la Red de Mujeres Contra La Violencia, especialmente la de "Democracia, en la calle, en la casa... y EN LA CAMA". Los mensajes claros y educativos de estos y otros organismos de mujeres han llegado a miles de hogares nicaragüenses y su labor cotidiana, sistemática e incansable ha permitido poner la violencia de género en todas sus manifestaciones sobre el tapete público y hasta lograr nueva legislación para sancionarla y reducirla (Ley 230). Su meta principal, que va mucho más allá del partidismo político, es la promoción de valores éticos y derechos humanos, la eliminación de la violencia y la búsqueda de relaciones de equidad entre mujeres y hombres. No me sorprende, entonces, que actualmente apoyan a Zoilamérica Narváez y su derecho de hablar su verdad y buscar justicia. Juntas con ella, nos están dando pautas para una sociedad nueva en la cual la ética política y la ética sexual se integran coherentemente.

En estas campañas contra la violencia, los hombres hemos brillado por nuestra ausencia casi total y, en la actualidad, muchos hombres, de todo credo, color, y persuasión política, están cerrando filas con Daniel Ortega (incluso en la Asamblea Nacional), defendiéndolo a capa y espada.

Como hombre también, los miro y me percato que ven en las acusaciones de Zoilamérica una amenaza a los derechos y privilegios que nosotros los hombres consideramos propios, simplemente por ser hombres. Los miro amenazados y probablemente tienen temor, aunque no lo logran articular y sospecho que en estos momentos hay muchos que, si bien se declaran aliados de Daniel Ortega, simultáneamente experimentan hacia él sentimientos de enojo. Las acusaciones de Zoilamérica desnudan públicamente la pérdida de poder y control que aparentemente Daniel Ortega ejercía sobre ella durante muchos años y del cual ella ya se está liberando. Al romperse los esquemas de poder, miran en él una especie de "traición de género": no porque tal vez haya abusado sexualmente de su hijastra, sino más bien porque ya no se está garantizando el silencio hermético y eterno que la lógica macabra del machismo exige y que necesita para perpetuar el derecho masculino a subyugar a las mujeres, mediante la imposición violenta de una sexualidad que ignora las necesidades y los sentimientos de las mujeres.

Antes creía que la guerra era la máxima expresión del poder y de la violencia masculina, tan amplia y variada es la gama de artefactos de destrucción masiva que nosotros los hombres hemos sido capaces de inventar. Ahora me pregunto más bien si no es la violencia constante y sistemática que a diario ejercemos en contra de las mujeres: la violencia de género, máxima expresión del poder masculino que se ha ejercido desde siempre.

Hace 2,000 años, los gobernantes romanos y judíos, todos hombres, desde su poder militar, político, religioso y económico, condenaron a muerte a Jesús porque criticaba los valores (masculinos) de sus instituciones, desnudaba sus prácticas injustas e hipócritas y representaba un desafío a la hegemonía de su poder. Sin embargo, él no criticaba solamente al sistema sociopolítico, sino que se dirigía directamente al liderazgo religioso, ético y moral de su pueblo, exigiéndoles coherencia, transparencia y responsabilidad. Frente a los abusos de poder, Jesús no se quedaba callado y en sus enseñanzas y ejemplo de vida proponía nuevos valores: solidaridad, tolerancia, amor, ternura, autenticidad, etc., etc., los que para florecer requieren del desmontaje de los esquemas de poder existentes. En su día, en su momento, Jesús, frente al sufrimiento de su pueblo y tanta injusticia institucionalizada, velaba por la verdad... y murió defendiéndola.

Sospecho que si estuviera vivo ahora, Jesús seguiría cuestionando y condenando los esquemas y estructuras masculinas de poder que, permeados por antivalores (explotación, subyugación, dominio, etc.), generan y perpetúan la violencia en todos los ámbitos de la vida, y especialmente la violencia de género en sus diversas manifestaciones: física, emocional, sicológica, económica y sexual. Condenaría nuestro sistema social, no para exonerar a los hombres individuales que ejercen violencia de género, sino más bien para desafiarnos a todos los hombres a que reflexionemos, a que cambiemos nuestras conductas violentas y a que tomemos responsabilidad individual y colectiva por nuestros actos pasados y presentes. Y finalmente, cometiendo un acto consciente de "traición de género", Jesús cerraría filas con Zoilamérica.


El mes pasado, como parte de un curso sobre Masculinidad, se realizó en Managua un taller de 4 días sobre "Poder, Género y Violencia".
Organizado por CANTERA, una ONG nicaragüense, logró reunir a 55 hombres de diferentes partes del país, edades niveles académicos y estratos sociales. Entre otras cosas dedicamos tiempo al análisis de la violencia sexual, partiendo de nuestras propias experiencias de vida, y pudimos ver con claridad que nuestra socialización nos inculca una visión de las mujeres como "objetos sexuales", la que es constantemente reforzada en todos los ámbitos de la sociedad, desde la familia hasta los medios masivos de comunicación.

A través de un ejercicio anónimo descubrimos que en nuestras historias personales algunos habíamos ejercido violencia sexual y otros habían recibido algún tipo de abuso sexual cuando eran niños, aunque parecía ser de menor gravedad. De la violencia ejercida contra las mujeres se reportaron incidentes de violación de mujeres más jóvenes a lo interno de la familia y hasta la violación grupal de una mujer. Como coordinador del evento, no pude en ningún momento "adivinar" quiénes de los 55 hombres presentes habían cometido este tipo de violencia. La sala estaba llena de hombres comunes y corrientes: trabajadores de ONGs, miembros de grupos juveniles, campesinos, estudiantes, agrónomos, choferes, etc., etc., todos de una forma u otra involucrados en y comprometidos con el desarrollo de sus comunidades y con la justicia social. Pero en algún momento u otro en su vida varios de ellos se sintieron con el "derecho" de satisfacerse sexualmente utilizando la fuerza física, la manipulación sicológica y ejerciendo su "poder de machos" sin tomar en consideración los sentimientos y las necesidades de las mujeres y mucho menos las secuelas sicológicas que les quedan después.

Creo que es importante aclarar que la mayor parte de los hombres que abusan sexualmente a las mujeres son hombres cercanos a ellas: primos, hermanos, tíos, padres, etc., etc. Hay que desmitificar la imagen que tenemos del abusador sexual. En su mayoría, no son "monstruos descontrolados" ni "maniáticos sexuales", como los pintan en las película de Hollywood. Más bien son hombres "comunes y corrientes" que, como todos los hombres, han interiorizado el derecho y el deber de dominar y explotar a las mujeres para la satisfacción de sus necesidades materiales, físicas, fisiológicas, sicológicas y emocionales. Desde que nacemos, a nosotros los hombres se nos enseña que las mujeres deben ser dóciles, atentas, sumisas y, sobretodo, domadas. Se nos inculca una concepción de las mujeres como seres inferiores y, asumiendo nuestro papel de "protectores y proveedores" de ellas, esto nos conduce a creernos dueños de las mujeres, especialmente de las que consideramos "nuestras mujeres".

En el taller arriba mencionado, se comentó que "aprendemos desde my temprana edad a proteger a las mujeres de nuestras familias de los otros hombres, especialmente a nuestras hermanas menores, pero que las mujeres de las demás familias, especialmente las jóvenes, son carne fresca".

Esta reflexión devela la cruda realidad del abusador potencial que hay en cada uno de nosotros y la enorme desconfianza que existe hacia nosotros los hombres, no solamente de parte de las mujeres, sino también entre nosotros mismos.

El abuso sexual, sin embargo, no significa necesariamente el ejercicio de la violencia física y la penetración vaginal o anal, aunque sí, ésta es la forma más extrema, dañina y condenable del mismo. En la lógica del machismo, cada mujer es concebida como una "posible conquista" y mejor todavía si es una virgen. Por ende, cuando en la calle chiflamos y vulgareamos a las mujeres, o cuando en el bus las tocamos fingidamente, o cuando las manoseamos o tocamos sus cuerpos sin su consenso, las estamos abusando sexualmente porque estamos violando sus derechos y su integridad. Si bien es cierto que no todos los hombres llegamos a ser violadores, la mayor parte de nosotros en algún momento u otro sí hemos tomado esta libertad con mujeres.


Patricio Welsh, de origen irlandés-escocés, tiene 12 años de residir en Nicaragua. Actualmente es miembro del equipo metodológico de CANTERA, Centro de Educación y Comunicación Popular, ONG nicaragüense que ofrece capacitación en género y masculinidad para hombres, principalmente a través del "Curso Metodológico de Masculinidad y Educación Popular". También es miembro activo del Grupo de Hombres contra la Violencia de Managua.

E-mail: cantera(AT)nicarao.org.ni

 


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