Un análisis de género a partir de los hombres

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Un análisis de género a partir de los hombres

 

EL PODER TRANSFORMADOR DE LOS SALUDOS SOLIDARIOS

Por Patricio Welsh

Cada año el 8 de marzo, día internacional de las mujeres abundan y con razón, los saludos a las mujeres. Entre los que vimos el año pasado se destacaron los del Alcalde de Managua, del Presidente de la Asamblea Nacional y hasta del mismo Presidente de la República y sin duda este año enviarán de nuevo sus saludos. Saludos a las mujeres nicaragüenses de parte de tres de los hombres más poderosos de la nación.

Muchos de los saludos que se entregan en esos días son de parte de nosotros los hombres y por ende sería conveniente hacer un alto en el camino y reflexionar sobre qué significado tiene saludarle a alguien y más específicamente cuáles son las implicaciones cuando nosotros los hombres saludamos a las mujeres el 8 de marzo, el día de las madres, e incluso todos los días del año.

Es tan sencillo que fácilmente se nos escapa. Cuando nosotros saludamos a las mujeres les estamos deseando que estén bien de salud, sin discriminar entre su salud física, sicológica, emocional, sexual y reproductiva. A las mujeres les decimos: nosotros los hombres queremos que estén completamente bien, completamente sanas; que estén completamente enteras, completamente íntegras. Les deseamos que sean personas realizadas con el derecho a la vida y a vivirla plenamente, sin discriminación y con todos sus derechos humanos garantizados.

Saludos que no garantizan salud

¡Qué hipócritas, entonces, que somos! Bien sabemos que las mujeres: nuestras mamás y hermanas, nuestras esposas y compañeras, nuestras amigas y amantes no andan bien de salud. Todo lo contrario. Andan bien mal de salud.

Bien sabemos que son ellas las que se levantan temprano y las que se acuestan tarde, penqueándose a diario para mantener y atender a sus hijos e hijas y a nosotros los hombres: cocinando, lavando, planchando, administrando la casa, vendiendo y otro sinnúmero de tareas en la casa y fuera de ella, a las cuales nosotros damos poco valor. ¿Qué pasa entonces con nuestro saludo a su bienestar físico?

Bien sabemos que son ellas las que se preocupan cuando el niño se enferma en la escuela o cuando no tienen dinero para matricular a la niña en la misma escuela. Son ellas las que se inquietan cuando nosotros andamos con un trago de más o cuando alguien se muere en el barrio, preocupadas por la demás gente, abnegadas, sacrificándose constantemente. ¿Qué pasa entonces con nuestro saludo a su bienestar sicológico?

Bien sabemos que somos nosotros los que les decimos que las amamos cuando regresamos de haber estado con otra mujer y les decimos que son locas, que sólo inventan cosas y que sus celos no tienen fundamento... ¿Qué pasa entonces con nuestro saludo a su bienestar emocional?

Bien sabemos que son ellas las que paren, quieran o no quieran, y que por falta de recursos y servicios médicos adecuados y políticas sanas son ellas las que no tienen acceso al cuido pre- y postnatal. Sabemos que son ellas las que no tienen poder de decisión y control sobre sus cuerpos y acceso a las medidas anticonceptivas y servicios médicos que ellas consideran deben estar disponibles siempre y cuando los necesiten y los quieran elegir. Sabemos y bien lo sabemos que nosotros no nos preocupamos para nada de estas cosas. ¿Qué pasa entonces con nuestro saludo a su bienestar sexual y reproductivo?

Saludos y solidaridad

Saludar a una persona es preocuparse por ella, es expresar afecto y aprecio a ella, es manifestar un compromiso con ella y es, sobre todo, solidarizarse con ella. En la solidaridad está la esencia del saludo. Si fuéramos sinceros con nosotros mismos y si cuestionáramos la naturaleza de nuestros saludos y la calidad de nuestro compromiso tendríamos que admitir que entre discurso y práctica existe una gran brecha que incluso pone en duda nuestro derecho de atrevernos a ofrecer saludos a las mujeres. Partimos, casi siempre, no de una postura de compromiso y solidaridad sino más bien de una de poder, dominio y control que ejercemos sobre las mujeres. Las saludamos con palabras finas mientras seguimos cómplices firmes con un sistema que imposibilita a las mujeres llevar a cabo vidas saludables.

Un reto: cambiar nuestra forma de ser hombres

¿Qué tal, entonces, si a la par de saludar a las mujeres, intentáramos también saludarnos entre nosotros mismos, con preocupación, con afecto y con aprecio? ¿Qué pasaría si nos atreviéramos a hacer tan semejante locura: reflexionar sobre nuestra forma de pensar, de ser hombre y de relacionarnos entre nosotros mismos y con las mujeres? ¿Qué pasaría si decidiéramos cambiar el poder y la violencia por la solidaridad y el compromiso con la igualdad y la justicia?

Aunque suena extraño hay hombres que en la actualidad hemos aceptado ese reto; hombres que queremos ser diferentes, más sinceros, más humanos y más justos en nuestras relaciones humanas. Nos sentimos insatisfechos con el modelo machista que la sociedad insiste en asignarnos desde que nacemos y que nos lleva a desenvolvernos en la vida ejerciendo la violencia en todas sus manifestaciones (física, sicológica, emocional, sexual) con los efectos devastadores que eso trae para las mujeres y que son tan evidentes en nuestra sociedad.

Descubrimos, sin embargo, que esta misma violencia, este mismo machismo también tiene consecuencias negativas para nuestro desarrollo como seres humanos. Nos enseñan que como hombres no debemos expresar nuestros sentimientos y emociones y mucho menos nuestros temores y debilidades. Muchos experimentamos aislamiento y soledad en la vida y padecemos de problemas agudos en la comunicación interpersonal. Asumimos que fumar y tomar licor son cosas de hombres, prácticas que al igual como el ejercicio de la violencia y de una sexualidad imponente e incompleta inciden muy negativamente en nuestra salud física y mental. Además de ser un peligro para la salud integral de las mujeres, somos un riesgo mortal para nosotros mismos.

Estamos insatisfechos porque nos damos cuenta de que nuestra forma de pensar y de ser tiende a disminuir la calidad de vida de las mujeres y la nuestra y que imposibilita la construcción de relaciones humanas basadas en principios de equidad, justicia y solidaridad. Creemos que si logramos cambiar nuestras concepciones de cómo uno tiene que ser en la sociedad e implementar transformaciones en nuestros comportamientos en todos los ámbitos de la vida tenemos mucho que ganar, como seres humanos, contribuyendo simultáneamente a que las mujeres logren sus propósitos de disfrutar plenamente de sus derechos humanos.

La violencia también empobrece la vida de los hombres

No es cuestión de victimizarnos, ni de culpabilizar a nadie. Tampoco es un simple planteamiento altruista que quiere "apoyar" a las mujeres. Lo que se busca es la construcción en conjunto, mujeres y hombres, de una sociedad más justa y más humana con iguales oportunidades, derechos y deberes para mujeres y hombres. Realizar procesos de reflexión crítica con y entre hombres es un elemento que debe y que puede contribuir a la lucha de las mujeres por la igualdad en todos los ámbitos de la vida privada y pública. Es nuestro aporte, la expresión de nuestra solidaridad y de nuestro compromiso con ellas, con nosotros mismos, con la vida.

La verdad es que no nos es tarea fácil. La mayor parte de nosotros interpretamos y asumimos como natural el mito de nuestra superioridad biológica, intelectual y sexual y desarrollamos nuestras vidas haciendo todo lo posible para proyectar esta imagen en todos los ámbitos de la vida, para sentirnos verdaderamente hombres, aunque esto nos destruye. Es sumamente difícil cambiar actitudes, valores y prácticas tradicional y culturalmente avalados y perpetuados por las mismas instituciones de la sociedad. Difícil, pero, sin embargo, estamos decididos. Aceptamos el desafío y empezamos a cambiar. Queremos contribuir a la construcción de un mundo diferente, empezando con nosotros mismos, con nuestras actitudes, valores y comportamientos. Hemos descubierto que la violencia también empobrece la vida de nosotros los hombres y que el sistema machista nos deshumaniza de tal forma que no somos capaces de desarrollar relaciones sanas, basadas en justicia e igualdad ni entre nosotros mismos y mucho menos con las mujeres.

El poder transformador de los saludos solidarios

Hasta que nos preocupemos por cambiar nuestra forma de pensar y de ser, hasta que nos preocupemos también por saludarnos entre nosotros mismos en un espíritu de cooperación y transformación no vamos a poder nunca saludar a las mujeres de forma diferente. El poder transformador de los saludos solidarios nos da esta oportunidad.

Saludar a una persona es preocuparse por ella, es expresar afecto y aprecio a ella, es manifestar un compromiso con ella y es, sobre todo, solidarizarse con ella. En la solidaridad está la esencia del saludo. Hasta que empecemos a cambiar y expresar esta solidaridad en todos los ámbitos de la vida y en todas las relaciones interpersonales debemos cuestionar si merecemos y si nos hemos ganado todavía el derecho y el privilegio de saludar a las mujeres el 8 de marzo, el 30 de mayo o en cualquier otro día del año.

Managua 7 de marzo 1997

Patricio Welsh de origen irlandesa -escocesa tiene 12 años de residir en Nicaragua. Actualmente es miembro del equipo metodológico de CANTERA, Centro de Educación y Comunicación Popular, ONG nicaragüense que ofrece capacitación en género y masculinidad para hombres, principalmente a través del "Curso Metodológico de Masculinidad y Educación Popular". También es miembro activo del Grupo de Hombres Contra La Violencia de Managua.

 


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